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Especial

Narrar con monitos

“Los mitos son parte del ser humano, con ellos hemos intentado explicarnos el mundo; es el mismo caso del dibujo, todos por lo menos hemos hecho ‘monitos’ para representarlo. La narrativa gráfica los conjuga, para ofrecer un acercamiento a la realidad”, refiere Enrique Buenrostro, creador de la Nave de los Mitos y guionista que estará en el Primer Encuentro Internacional de Narrativa Gráfica, que arranca hoy en la UNAM para reflexionar acerca del género.
Buenrostro, quien en la década de los 90 le dio oxígeno al género, que vegetaba entre mujeres voluptosas, albures y melodramas televisivos, subrayó que en México hay una larga tradición de narrativa gráfica, que recorre prácticamente todo el siglo XX y parte del XIX.
“La debacle del género se dio entre 1970 y 1990, cuando las editoriales como Vid (de Yolanda Vargas Dulché), Tucán Mango, Egea o Novaro dejan de apostar a la historieta de autor y se dedican a distribuir cómics de superhéroes, vender los Sensacionales (El Libro Vaquero y Las Chambeadoras) como estandarte, u ofertar los guiones de sus obras, como las de Lá- grimas y risas, a las televisoras; el error fue apostarle al dinero y subestimar al lector”, apuntó Buenrostro.
En México el género gráfico está unido a su historia, los códices son una de las primeras expresiones que unen lengua y dibujo; la primera obra en México se puede rastrear a finales del siglo XIX, de allí, durante la Revolución surgen ilustradores y escritores que satirizaron la política, pero la “época de oro” fue entre 1940 y 1960, cuando se crean obras como Los súpersabios, de Germán Butze (1936); Memin Pinguin, de Yolanda Vargas Dulché, y La Familia Burrón de Gabriel Vargas (1945).
“En la ‘época de oro’ se publicaban en México más números que en Estados Unidos o Japón, se leía mucha historieta; Armando Barta, uno de los especialistas en el género, dice que la historieta del medio siglo está asociada a las condiciones político-sociales de ese tiempo; Lágrimas y risas, de Dulché marcó época. Rubí, El pecado de Oyuki, Teresa, incluso Rarotonga fueron papel antes que telenovelas o películas, cuando la Tv ‘le comió el mandado a la historieta’”.
El inicio del olvido
Para apuntalar el mercado se apostó por lo erótico y los albures: “salieron los libros Sensacionales (semanales que narraban historias de traileros, chafiretes, entre otros); El Libro Vaquero (que contó con grandes dibujantes) y Las Chambeadoras, historietas con trazos voluptuosos y guiones picantes, pero la fórmula duró poco, ya no competía con la Tv”, apunta Buenrostro.
La resistencia Se reunieron cuatro dibujantes y narradores cuyas carreras comenzaron en cartones políticos: Ricardo Peláez, Edgar Clement, José Quintero y Erik Proaño, quienes junto a Victor del Real fundaron Gallito Inglés. La intención es crear una novela gráfica, que ofrezca reflexiones sobre temas complejos, y con dibujos; concluyeron que en el México del fin de milenio, el lector es una especie en extinción”.

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