El domingo pasado el Movimiento de Regeneración Nacional celebró su Consejo Nacional en el que se leyó un documento elaborado de pe a pa, no por el presidente del partido, Mario Delgado, sino por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien pregona cada que quiere que no se entromete en los asuntos del movimiento de su propiedad. En el documento presentado el domingo, se refleja todo el sentimiento antisocial de quien lo escribió.

En la mascarada encabezada por el gobernador de Sinaloa, Alfonso Durazo, llamó poderosamente la atención este postulado: “evitarán los medios reaccionarios, conservadores, adversarios de la Cuarta Transformación y partidarios del viejo régimen”. O sea, el “Presidente de todos los mexicanos”, Andrés Manuel López Obrador excluye a todos los mexicanos que no lo obedezcan ciegamente y osen molestarlo con una línea apenas de crítica.

Eso, que me perdonen los que siempre se hacen las víctimas, las madres Teresas de la autocompasión, son muestras de discriminación, clasismo, racismo y -hasta me atrevería a decirlo-, de fascismo. Discrimina quien “da un trato diferente a personas que merecerían recibir el mismo trato que otras de su género y que supone beneficiar a unos y perjudicar a otros”. Desde ahí se asoman el racismo, que es la “creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social”. La RAE también dice que el clasismo es la “actitud o tendencia de quien defiende las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo”. Y si todo eso proviene de quien debe ser factor de unidad nacional, entonces…