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#HerenciadelMéxicoAntiguo La tristeza de Xochiquetzal

Carlos G. Alviso López
 

Cuenta un mito que en la época prehispánica, Xochiquetzal, “La Flor Hermosa”, engendrada de los cabellos de la diosa madre, poseía una belleza incomparable, era tanta su hermosura que Tláloc, dios de la lluvia y el rayo la desposó y la llevó al Tlalocan a vivir. Era ella quien cuidaba de los paradisiacos y floridos […]


Cuenta un mito que en la época prehispánica, Xochiquetzal, “La Flor Hermosa”, engendrada de los cabellos de la diosa madre, poseía una belleza incomparable, era tanta su hermosura que Tláloc, dios de la lluvia y el rayo la desposó y la llevó al Tlalocan a vivir.

Era ella quien cuidaba de los paradisiacos y floridos parajes que ahí existían. Xochiquetzal habitaba un frondoso árbol, del cual sus preciadas hojas daban dicha y felicidad a los hombres, pues reza una leyenda que cualquiera que llegase a alcanzar o a ser tocado por una de ellas, tendría fidelidad y plenitud en el amor.

A su derredor todo era deleite y complacencia, pues enanos y jorobados atendían cualquier petición y capricho de la Flor Hermosa, comentan que los cuidados y atenciones a Xochiquetzal eran tales, que casi ningún hombre podía acercarse a ella, ni siquiera verla, ya que su impresionante belleza los cohibía, los alejaba.

Aseguran también que sus súbditos se encargaban de restringir todo acceso a las personas, eran además vigías inagotables, incesantes en su encomienda de protegerla, dado que un solo roce con Xochiquetzal y el sagrado árbol, daban a la gente infinita alegría y no cualquiera lo merecía, pero sí todos en su conjunto lo anhelaban.

Un día como cualquier otro, Xochiquetzal se le ocurrió cortar una rosa del jardín, esa rosa era la más preciosa de todas y le desprendió sus pétalos, uno por uno, dejándolos caer al suelo, desde entonces, la tristeza la invadió provocándole un dolor profundo, tanto, que no paraba de llorar, de ayunar con frecuencia y como muestra luctuosa por haber desperdiciado la belleza de la flor, llevaba cenizas en sus ojos.

Son tantos los relatos sobre la bella Xochiquetzal, pero todos coinciden en que tuvo una vida paradójica, por un lado llena de placeres, atenciones viviendo en un sitio de paraíso y por otro, cargada de una inmensa tristeza por no saber valorar la belleza ni estar conforme con lo que tenía, pues lo tenía todo y hoy es una Herencia más del México Antiguo.