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#HerenciadelMéxicoAntiguo Huitzitón, el adivino del futuro

Carlos G. Alviso López
 

Se dice que la partida de las tribus nahuatlacas de Chicomóztoc, el lugar de las siete cuevas, fue muy complejo. Decisiones intrincadas no se pudieron tomar a la ligera, pues debían ir en busca del lugar indicado por los dioses prehispánicos para fundar la Gran Tenochtitlan. Hubo muchos implicados para emprender de manera planeada y […]


Se dice que la partida de las tribus nahuatlacas de Chicomóztoc, el lugar de las siete cuevas, fue muy complejo. Decisiones intrincadas no se pudieron tomar a la ligera, pues debían ir en busca del lugar indicado por los dioses prehispánicos para fundar la Gran Tenochtitlan.

Hubo muchos implicados para emprender de manera planeada y estratégica la peregrinación. Debían entender las señales de las deidades celestiales, interpretar sueños, decodificar señales en la naturaleza. Fue por ello que recurrieron a distintos sabios de la comunidad.

Su sapiencia y conocimiento ayudaría a tener la mejor ruta. Uno de estos conocedores de la vida fue Huitzitón, quien podía descifrar los presagios del destino, predecir sucesos que aún no ocurrían, pero que estaban ya marcados en el futuro del pueblo que pronto se convertiría en la sociedad mexica.

Con sus consejos, ciertos grupos étnicos dejaron el mítico Aztlán, algunos se situaron en lo que hoy es Xochimilco, otros fueron a poblar Chalco. Los colhuas erigieron la ciudad de Culhuacán, así como los tlaxcaltecas formalizaron la ciudad de Tlaxcala. En el caso de los mexicas, se asentaron en el corazón de la hoy Ciudad de México.

Fueron estos últimos que fundaron la majestuosa Tenochtitlan, que durante siglos dominó no sólo el Valle de México, sino que su poderío se extendió por todo Mesoamérica y su influencia política y cultural fue influencia para el desarrollo de expresiones artísticas que dieron identidad a otros territorios.

Gracias a las recomendaciones de Huitzitón, los aztecas tomaron camino. Cuentan que el gran sabio se dirigió a otro distinguido miembro llamado Tezpaltzin, lo condujo a un enorme árbol donde cantaban el pájaro Tihui, para comentarle que esta ave traía un mensaje de las deidades que debían de obedecer.

El mandato divino era que debían salir de esa tierra en busca de una nueva morada, así fue que salieron los aztecas para fundar el Ombligo de la Luna, cuyos vestigios aún permanecen en el centro de la capital de nuestro país siendo una herencia más del México antiguo.