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Acusaciones, sin sustento

Escoltado por sus abogados, con perfil erguido y cabeza en alto, llegó el exfuncionario de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya, a la cita que dispuso con los medios de información para “dar la cara” y rendir cuentas a la opinión pública, después de ser, como versan reportes periodísticos, “alcanzado por la estela de corrupción que desde Brasil tejió la constructora brasileña Odebrecht”.
Lozoya Austin tomó aire mientras sobre en un pequeño podio, era retratado por casi un centenar de fotógrafos. Se mostró empático, correspondió a quienes desde dos horas antes del encuentro arribaron a un hotel de Paseo de la Reforma, cuya cercanía con la Procuraduría General de la República no era coincidencia.
Cinco minutos antes de las seis de la tarde tomó el micrófono, al saludo y agradecimiento reglamentario siguió la lectura de su postura, una decena de hojas que recitó sin titubeo, en medio del mar de flashes que capturaban cada mueca, ademán, en espera de una muestra de nerviosismo que, durante una hora, nunca llegó.
Aquí estoy… ya respondí
“Yo vengo aquí a dar la cara a la opinión pública y ante ustedes, aquí estoy, no tengo nada que ocultar”, mencionó una y otra vez, primero enfático, decidido, molesto, con mirada directa a la audiencia, pero que con el paso de tiempo, se convirtió en un “ya respondí esa pregunta, ya he hablado de eso, no voy a repetirlo”.
Le llevó varias horas desde su visita al mediodía a la PGR encarar a la prensa. Lozoya sabía que tarde o temprano debía hacer frente a los cuestionamientos, que conocía de “dichos y no hechos”, pero hasta no revisar la carpeta que la procuraduría abrió en enero para revisar su caso, no podía, dijo, dirigirse a la sociedad con mensaje alguno.
Las preguntas fueron lanzadas. Algunas intentaban evidenciarlo, obtener otra declaración que no fuera una negación categórica de los hechos, su presunta participación en actos ilegales durante su gestión en Pemex, compras de bienes raíces en Estados Unidos con dinero que no reflejaba un sueldo de empleado federal, financiamiento a la campaña presidencial de 2012.
El exdirector de Pemex parecía no necesitar la intervención de sus abogados, encabezados por el exprocurador Javier Coello Trejo –conocido en el mundo judicial como “El Fiscal de Hierro– que de vez en vez apagaron el ánimo encendido de los reporteros.
“Yo le invito a que si tiene pruebas contra el licenciado las presente a la procuraduría”, contestó Javier Coello Trejo.
“Jamás tuve una conversación con esta persona (Luis Alberto de Meneses, el único de los tres acusadores brasileños que aceptó conocer) ni con ninguna otra sobre sobornos, o sobre ilegalidad, reitero dentro de la carpeta de investigación no existe un solo documento que acredite por mi parte ninguna conducta indebida”, señaló.
El documento al que tuvo acceso horas antes, y que solicitó conocer desde mayo pasado, aseguró, no presenta prueba alguna de implicación.
“No hay delito, por eso no voy a amparar a mi cliente, lo que sí, es que voy por una demanda de daño moral”, aportó el abogado.
“¿Qué quiere?”, señaló un grito sin micrófono, “que se limpie el nombre del licenciado Lozoya, ya será el juez quien decida la sanción”, replicó.
Cuarenta minutos de interrogatorio, no alcanzaban los turnos para pedirle explicaciones, se tendió una suerte de juego, la misma pregunta ya resultaba a su juicio divertido, e hizo lo que nunca cuando fungió como presidente de Pemex, concedió sonrisas a la prensa.

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