Por Josué González y Daina Beth Solomon
CHILPANCINGO, México, 1 nov (Reuters) – Para Ben Martínez, jefe de servicios forenses en el estado mexicano Guerrero, devastado por la violencia, celebrar el Día de Muertos significa más que arreglar un colorido altar con flores y fotos.
Es tratar de identificar 428 cuerpos que actualmente no han sido reclamados en el cementerio forense del estado, la mayoría de ellos víctimas de delitos.
“Tratando de buscar sus identidades, (…) ese es el mayor reconocimiento que podemos tener nosotros el Día de los Muertos”, dijo Martínez en una de las instalaciones más nuevas de México para cadáveres no identificados.
El último recuento oficial de personas que figuran como desaparecidas en el país llegó a 73,000 este año. Se cree que la mayoría son víctimas de las guerras territoriales de los cárteles de la droga, lo que ensombrece la festividad del Día de Muertos del 1 al 2 de noviembre.
Para las familias que pasan meses o años buscando a familiares desaparecidos, la posibilidad de muerte es a menudo difícil de aceptar, dijo Arturo Cervantes, asesor forense del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
“Para las familias, la esperanza nunca acaba de poder encontrar a sus seres queridos con vida”, dijo.
No obstante, una vez que haya pruebas, puede traer una conclusión.
Para una familia que buscaba a una joven desaparecida, esa prueba vino de sus pies. Los familiares recordaron con cariño cómo ella ponía los pies sobre la mesa de café mientras miraba la televisión.
Entre un 60% y 70% de los muertos examinados por el equipo forense de Guerrero son víctimas de disparos. Otros murieron en incidentes que van desde desastres naturales hasta accidentes automovilísticos. Los trabajadores se esfuerzan por tratarlos con dignidad.
El viernes, un sacerdote dirigió una ceremonia para conmemorar sus vidas junto con una corona de cempasúchil, la flor de color naranja tradicional del Día de Muertos, antes de rociar agua bendita sobre compartimentos numerados apilados en cuatro filas de alto.
La escena contrasta con las que se desarrollaban en los cementerios comunes de México, donde las familias rinden homenaje a los familiares fallecidos con picnics festivos y decoraciones elaboradas.
El cementerio de Guerrero abrió en 2017 para aliviar el hacinamiento en las instalaciones forenses causado por niveles récord de violencia.
Con la ayuda del CICR, los funcionarios diseñaron el sitio para alojar cuerpos individualmente, en lugar de colocar varios en una tumba. La instalación tiene capacidad para 1,120 en tumbas individuales.
Cada uno tiene una placa con el número de caso de una persona, por lo que las familias pueden recuperar fácilmente los cuerpos una vez identificados.
Eso requiere especialistas en hacer coincidir características distintivas como dientes, huellas dactilares, marcas de nacimiento y ADN.
“Aquí la violencia, realmente como todos lados, no ha cedido (…) llegan todos los días cuerpos”, dijo Martínez. “Esto es cuento de nunca acabar”.
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(Reporte de Daina Beth Solomon en Ciudad de México y Josué González en Chilpancingo. Editado por Miguel Angel Gutiérrez)