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La titánica profesión de ser maestro

 

“Maestra: este es el último mensaje que le puedo enviar a mi papá, le cerraron el negocio y ya no tenemos dinero; debemos decidir entre ponerle saldo a los celulares o comer. Ese fue el mensaje que recibí de una alumna. No supe qué contestar, cómo decirle que debería continuar con sus clases en línea […]


“Maestra: este es el último mensaje que le puedo enviar a mi papá, le cerraron el negocio y ya no tenemos dinero; debemos decidir entre ponerle saldo a los celulares o comer. Ese fue el mensaje que recibí de una alumna. No supe qué contestar, cómo decirle que debería continuar con sus clases en línea cuando se encontraba ante la difícil situación de decidir entre comer y conectarse al grupo de WhatsApp que se formó luego de que las autoridades federales, estatales y municipales declararán el cierre de escuelas debido a la contingencia sanitaria por Covid-19.
Es el mes de marzo, los maestros están “disfrutando” del puente por el natalicio de Benito Juárez, cuando sus vidas y las de sus alumnos dieron un giro de 360 grados. Hoy los docentes tienen más de un mes en sus hogares y deben enfrentarse a una realidad que lacera, desgarra, cala hondo, debilita e imposibilita.
Las escuelas lucen vacías, sus alumnos se encuentran en casa; algunos, lamentablemente la gran minoría realizando las tareas que se asignan por los diversos y diferentes medios que habilitaron para mantenerse comunicados. Otros más han colgado la mochila, olvidado los libros y se han dado a la tarea de contribuir con los quehaceres del hogar. Sus escasos recursos no les permiten tener un celular para estar en clase. Hay quienes incluso, no cuentan con luz eléctrica, porque en pleno siglo XXI y aunque parezca increíble, la electricidad sigue siendo un lujo al que pocos pueden acceder.
Hoy los maestros deben cumplir con la entrega de evidencias sobre el avance académico de sus alumnos, acoplándose al uso de nuevas tecnologías, aunque también, los profesores de extracción antorchista viven alejados de la civilización y la red no les permite el acceso a las conferencias de entrega de planes y cuestionarios porque el sueldo no les alcanza para adquirir internet de banda ancha o muchos ni siquiera han recibido sus salarios desde el mes de octubre del año pasado.
Ahora los maestros son blanco de memes, burlas y descalificaciones, señalándolos, sin embargo, es en esta contingencia donde el catedrático debe trabajar más que nunca, las llamadas o mensajes de alumnos y padres de familia no tienen día u horario, además deben atender a directivos, supervisores y secretarios de educación que ignorando “casi” todo el contexto social reclaman evidencias del avance educativo. A todo ello debemos añadir que los docentes también son padres, madres, hijos, esposos, esposas, abuelos, abuelas, por tanto, deben y tienen que estar con su familia. Si bien es parte de su trabajo el transmitir conocimientos, también es deber de los padres atender a sus hijos ya que “la primera escuela de un niño es la familia”.
Los maestros están en línea, resolviendo dudas, aclarando historias, contando chistes haciendo ameno el día a día de sus estudiantes que aún tienen la posibilidad de conectarse y preguntar ¿cómo está maestro y si hoy no tenemos clase y nos da su opinión del coronavirus, porque fíjese que yo tengo muchas dudas? Hoy el maestro está en conexión ahuyentando miedos como tantas veces lo ha hecho en clase. No, los maestros no están de vacaciones, continúan aquí presentes algunos recorriendo veredas, caminos, carreteras, vialidades, entregando trabajos o ideando formas para que sus estudiantes puedan seguir.
Igual que siempre, a los maestros les importa llevar esperanza a ese alumno que por mil razones no pudo continuar en línea o nunca se conectó, porque para un maestro con vocación sus estudiantes siempre estarán primero.
Son las 12 de la mañana, hoy es 15 de mayo de 2020 y me encuentro en mi hogar preparando la clase que he de dar mañana, me desconcentra el sonido de mi celular anunciando un nuevo mensaje, lo abro y al tiempo que lo voy leyendo mis ojos se inundan de lágrimas al saber que esta vez no es un mensaje sobre una duda educativa, sino el profundo agradecimiento de un alumno que me dice. Maestra: gracias por enseñar con el corazón,por escucharme cuando nadie más lo hizo, por ser mi ejemplo a seguir, porque vino hasta mi casa pese a la contingencia solo para dejarme mis trabajos, gracias porque con sus acciones me demuestra que todo se puede lograr, sabe, cuando yo sea grande quiero ser como usted. Feliz día del maestro.