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Opinion

Puntos sobre las ÍES

En este momento en el que los pilares del Estado brasileño se derrumban y el juicio político contra su presidenta Dilma Rousseff se aprueba, lo único que permanece inmutable es Itamaraty.

Y es que, hace años había dos países en América Latina que tenían dos instituciones de política exterior muy respetables a nivel internacional, una es Brasil y la otra era México en Tlatelolco.

Pero ahora con esa devaluación de la carrera de embajador, con esa situación en la que se encuentran los cónsules a quienes ponen, quitan o inventan y con esa falta de peso en nuestra política exterior, empieza a desencadenarse un aire de pánico.

Aunque eso no está ocurriendo sólo por querer que un sistema que en su momento gestionó al turismo ahora maneje las relaciones exteriores. Sino porque todo presidente tiene derecho al error y a nombrar a su equipo. Sólo que hay áreas singulares de la estructura del Estado en las que conviene no improvisar demasiado, y una de ellas corresponde a la política exterior.

Sin duda, hemos tenido grandes figuras en relaciones exteriores, inclusive en la época de Jorge Castañeda Gutman, cuando la Cancillería en Tlatelolco era más fuerte que el secretario.

El problema es que con la recomposición del mundo, ya se extraña una política donde México tenga un lugar en el reequilibrio de América Latina.

Y es que, no podemos seguir presenciando una desgracia de una magnitud como la que ahora vive Venezuela. En la que México no tiene una política clara, dejando de lado aquellas actuaciones que caracterizaban al Estado mexicano por seguir la lección del antiguo canciller Isidro Fabela, quien mediante la “Doctrina Carranza” respetó el principio de no intervención en asuntos internos de otros países, pero que a su vez se regía por una supremacía moral.

Gracias a eso nuestra política de asilo –hoy tan vulnerada– nos permitió ser un referente mundial. Primero, para los españoles –en la época de Lázaro Cárdenas- que huían del régimen franquista. Y segundo, para países como Argentina, Chile y Uruguay en los que empezaron a estallar nuevos fascismos con el apoyo de Washington, durante los mandatos de Luis Echeverría y José López Portillo.

Ahora el Estado mexicano no puede ser tan insignificante al no llevar una política de vanguardia en la conformación del nuevo orden americano, sobre todo tras el restablecimiento de la relación Cuba-EU y sólo ser un elemento pasivo en medio de una fuerte movilización internacional. Porque eso sólo terminará por posicionar a México como un país que dejó de importar en el panorama latinoamericano.

Antonio Navalón
@antonio_navalon

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