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Opinion

Indicador Político

El fin de ciclo de Joaquín López-Dóriga como conductor del principal noticiero de Televisa ha sido asumido como derrota personal, pero en realidad hay mucho más de fondo: la posibilidad de que Televisa deje de ser un sector invisible del sistema/régimen/Estado y se asuma como un poder fáctico con autonomía relativa rumbo al 2018.

El problema es Televisa, no López-Dóriga. Joaquín es un reportero calado, formado en las redacciones y con una carrera profesional sólida: en El Heraldo de México consolidó un espacio de cobertura informativa de las organizaciones empresariales, cubrió una parte de la guerra de Vietnam con crónicas sobresalientes y formó parte de una generación de profesionales que ha dominado el periodismo durante varios lustros. Después de Excélsior, El Heraldo aportó los mejores cuadros del periodismo político.

La línea editorial del noticiero principal nocturno de Televisa —con Jacobo Zabludovsky y López-Dóriga— la fijaba en directo la empresa, los Azcárraga, en función de sus intereses empresariales y políticos. Así, Televisa llegó a ser lo que Raúl Trejo Delarbre –hasta ahora no superado en su seguimiento sobre la empresa– el “quinto poder”.

En el sistema político priista Televisa estaba en los pilares considerados como sectores invisibles: el sector privado, la Iglesia Católica, la embajada de EU, los intelectuales y la televisión. En la época de Echeverría, Miguel Alemán era director de televisión del Gobierno mexicano y al mismo tiempo, vicepresidente y socio de entonces Telesistema Mexicano.

El papel de estos sectores era de fortalecimiento del sistema desde fuera pero comprometidos orgánicamente.

De ahí que el fin de ciclo de López-Dóriga pueda ser el fin de ese papel subordinado de Televisa y la asunción de una tarea autónoma del Gobierno como poder fáctico por sus intereses. Si la sustituta de Joaquín es Denise Maerker, entonces Televisa estará mandando un mensaje una conductora definida por su crítica severa al poder, al establishment y al sistema o sólo un rostro de credibilidad sin capacidad de definición de líneas informativas.

Televisa, como los demás sectores invisibles del sistema, se ha visto marginado por los gobiernos de Fox, Calderón y ahora de Peña Nieto, a pesar de habérsela jugado con el régimen.

De ahí que la nominación del nuevo conductor del noticiero pueda llevar el indicio de una posición más crítica de la empresa hacia el sistema, aunque no tanto para confrontarlo y destruirlo sino para renegociar su dependencia.

El poder de imagen de la televisión ha logrado imponer o sostener posiciones de poder del sistema político, en función de un papel de engrane de la estructura de dominación ideológica. La educación y la televisión han sido aparatos ideológicos del régimen y de sus élites porque operan sobre la conciencia de los ciudadanos bastante degradados en formación cultural. Echeverría, antes de volver a controlar a Televisa, dijo que la televisión destruía en las noches lo que la educación construía durante el día.

Así que el cambio de López- Dóriga no es personal sino de mensaje de poder. En un país dividido en tres tercios políticos, con un PRI sólo con poder autoritario que no puede usar como antes, con un círculo rojo refugiado en las redes sociales y un estado de ánimo depresivo e irritado, Televisa reorganiza su poder.

Televisa no está pensando en Joaquín sino en el 2018.

Política para dummies: La política es la rara habilidad de buscar los problemas que resolver… para no resolverlos sino manipularlos en su beneficio.

CARLOS RAMÍREZ

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@carlosramirezh

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