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Opinion

#HerenciadelMéxicoAntiguo Un lugar llamado Tlalocan

Carlos G. Alviso López

Repleto de florestas, valles con todas las tonalidades del verde, lagunas y ríos de abundante agua, así, de esa forma esplendorosa, describían nuestros antiguos el Tlalocan, ese hermoso paraíso ubicado en el primero de los trece cielos que concebían los antepasados mexicas, que era el lugar de Tláloc, señor de la lluvia, el trueno y lo acuático.

Se consideraba una especie de recinto mortuorio, donde ninguna pena agobiaba a los habitantes, de quienes se decía, estaban en ese lugar porque habían muerto ahogados o fulminados por rayos; esta última forma de perecer se concebía como muestra de un inmenso amor de los dioses hacia los humanos.

Decían también que el Tlalocan estaba sobre el cerro de La Malinche, donde se abultan las nubes y que guardaba infinidad de mitos e historias. Se aseguraba que amaranto, tomates, frijoles, calabazas, flores y verduras de muchos tipos, abundaban en este sitio y también, también era ahí donde trabajaban los Tlaloques, ministros del dios acuático Tlaloc.

Ellos, los tlaloques, estaban dedicados a que este líquido vital bajara desde el cielo a la tierra, ya que una de sus principales actividades era hacer llover, pues con esta preciada y divina caída del agua, los mexicas sabían que los dioses desde el azul celeste hacían renacer los pastos, crecer los árboles. La lluvia era fervientemente esperada para dar vida a cualquier siembra y que en esta época del mes de mayo se aran los terrenos fértiles para dicho propósito.

Los prehispánicos ancianos contaban que estos pequeños seres súbditos de Tlaloc, acarreaban miles de ollas de barro para ser vertidas hacia la tierra. Una leyenda cuenta cómo de un descuido de estos personajes, los tlaloques, nace el trueno, dado que en ocasiones estas ollas resbalaban y al estrellarse producían el trueno, así también dependiendo del humor de ellos es como la lluvia cae, puede ser torrencial o simplemente una breve pringa que roza nuestras almas.

Fue así que el Tlalocan, la lluvia, los truenos y sus tlaloques se crearon y hoy son una herencia más del México Antiguo.

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