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Opinion

#Dobleces Defensor a medias

Convencido en convertirse en un líder regional del orbe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, busca con su presión sobre la Cumbre de las Américas, defender la inclusión de mandatarios, pero raspa los preceptos democráticos internacionales y abolla la tradición diplomática del país.

El problema de no invitar a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua es responsabilidad diplomática del anfitrión. Y la decisión de López Obrador de convertirse en un vocero de los excluidos sólo es buscar un protagonismo disfrazado de conciliación.

Un ejemplo de no invitar al presidente cubano Miguel Díaz-Canel, responde más a lo que considera Estados Unidos como un tema de respeto a los derechos humanos que de orden económico. Y es que en la isla se tiene una inversión del 10% del PIB en materia de salud, pero carece de un mínimo sistema democrático y la violación de los derechos humanos es una constante.

En este tema, el jefe del Ejecutivo presenta una postura más radical y busca convertirse en un líder en América Latina, cuyo objetivo también es que eso se vea reflejado en la política interior del país. Deja de lado la discusión central sobre los países con una nula democracia y busca ganar espacio en una agenda semiglobal en la que busca eco para legitimar su agenda o las reformas que busca impulsar desde el Congreso. Por eso evita profundizar sobre las violaciones de Derechos Humanos en Nicaragua o sobre la guerra de Vladimir Putin.

Por eso impulsa un discurso latinoamericanista para sumar más simpatías a su movimiento, porque cuando él tiene posturas alejadas a Estados Unidos se festeja en la opinión pública y en ciertos círculos políticos. A final de cuentas responde a los grupos antisistema que quieren que México sea un país más contestatario.

Su postura raya en lo radical y se golpea la tradición diplomática del país. Pone por encima la narrativa maniquea, al acusar que algunos no están de acuerdo con la necesidad de unir al continente, “de hermanarnos, están muy ideologizados, hay mucho fanatismo, predominan los dogmas y no se piensa en los pueblos y no debe ser un asunto de las cúpulas del poder económico o político”.

López Obrador espera una respuesta del presidente Joe Biden, sin embargo, no la habrá respecto a los presidentes excluidos y los temas mientras no trastoquen los intereses de la cuatroté no causan preocupación en Palacio Nacional.

Sin embargo, el discurso radical y frontal ante el gobierno del presidente norteamericano Joe Biden es sólo una pantalla interna. Ya que al exterior el manejo diplomático es distinto, si bien, afecta la histórica tradición de ser una nación mediadora, con los demás países se alinea al sistema internacional. No hay riesgos de ruptura, a final de cuentas el acuerdo comercial es lo que obliga a México a inclinar sus preferencias hacia Estados Unidos. Y eso se verá pronto.

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