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Opinion

AMLO y el GIEI

Desconozco si toda la información que se ha dado a conocer a los medios de comunicación por aquellas personas que se dicen, piensan, o son integrantes del primer círculo del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sea real, o simplemente producto de alguna manipulación política a conveniencia de quienes pretenden convertirse en indispensables ante los ojos del tabasqueño. Hasta ahora son muchos los casos donde se hacen propuestas, se dan a conocer determinaciones, o simplemente se afirma lo que ocurrirá en su momento.
Por lo pronto Alejandro Encinas se apropió del tema de los cuarenta y tres normalistas de Ayotzinapa que desaparecieron hace algunos años, y que se ha utilizado para antagonizar al gobierno de Enrique Peña Nieto, a quien presuntamente se culpa de la desaparición física de los desgraciados estudiantes, que fueron ultimados por la célula de Los Rojos que controlaba la plaza en Iguala de la Independencia.
Lo cierto es que las versiones de la Procuraduría General de la República han sido antagonizadas por una “verdad histórica” de investigaciones por entes carentes de legalidad y que han convenido a los antagonistas gubernamentales.
Para decirlo más claro, ¿qué diablos ganaba el gobierno de Enrique Peña Nieto falseando las investigaciones del destino final de esos desgraciados muchachos? ¿Quiénes han sido los que capitalizaron la inconformidad y manipularon realmente las investigaciones? Aquellos interesados en controvertir la actuación legal del régimen y descalificando cuanta acción emprendiera, porque observaron que era un valioso filón político para desgastar la fortaleza y consolidación del Gobierno Federal.
¿Por qué la izquierda representada por el Partido de la Revolución Democrática no acusó a Ángel Aguirre Rivero, gobernador del estado de Guerrero, quien siempre se mostró complaciente con José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda, y prefirió intentar culpar al Gobierno Federal, empantanando las investigaciones? Seguramente porque la caída del señor Aguirre le representaría un escollo difícil de superar en la elección intermedia, y lo que construyeron fue una de las más grandes mentiras de la historia.
En primer lugar los mártires de Iguala eran vándalos especializados en delincuencia tumultuaria que causaron graves destrozos en diversas partes de Guerrero, y lamentables muertes, como la del heroico Gonzalo Miguel Rivas Cámara, quien sufrió un agónico tormento de veinte días por las quemaduras que le infligieron los estudiantes al pretender incendiar una estación de gasolina cuando fueron desalojados de un plantón en la “Autopista del Sol”. Por cierto, se le entregó Post Mortem una medalla, pero nadie ha pagado por su martirio.
Andrés Manuel López Obrador sabe muy bien lo que ocurrió, pero si quiere llegar a la verdad histórica tiene que dejar de lado las manipulaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI), que únicamente vinieron a prevaricar con tal de satisfacer las ansias antagonistas de quienes acusaban al gobierno porque era políticamente conveniente. Desconozco si haya dado instrucciones a Alejandro Encinas para que, en su carácter de próximo subsecretario de Derechos Humanos, invite a los expertos de la CIDH a volver a México, porque si se trata de encontrar culpables, que voltee a ver hacia el partido que lo encumbró. Al tiempo.

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