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Opinion

98 años protegiendo a la gente

Un día como hoy, pero de 1919, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue creada formalmente. En ese entonces, la organización buscaba principalmente proteger a la clase obrera y alcanzar la justicia social que tanto se había discutido en el siglo XIX. Si bien este objetivo sigue siendo un pilar esencial, el nuevo paradigma laboral debe considerar el importante rol que juega en la reducción de la pobreza, principalmente en zonas rurales.
A pesar de las ciudades no están exentas de contar con pobreza, como lo comenté la semana pasada, la que existe en áreas rurales es la que genera desigualdades muy marcadas entre regiones. Con altas tasas de informalidad, un ambiente desfavorable para consolidar negocios, poca infraestructura y un acceso limitado a servicios básicos, la necesidad de impulsar al trabajo decente como motor del desarrollo rural es fundamental, a la luz de la Agenda hacia el 2030.
Este trabajo decente debe ser la base del desarrollo sostenible, ya que solamente así las comunidades más vulnerables pueden empezar a vencer ese círculo de pobreza. Por eso, en materia de política pública, los países deben unir esfuerzos para aprender de buenas prácticas y encontrar soluciones duraderas para cambiar la realidad de millones de personas que viven en comunidades rurales alrededor del mundo.
Para disminuir las desigualdades que nos lastiman, será indispensable impulsar al trabajo decente como pieza primordial del progreso, tomando en cuenta las nuevas formas de trabajo que predominan en el mundo laboral y poniendo especial énfasis en lo que los jóvenes necesitan. Así, para que nadie quede atrás, lo que haga la OIT hacia el futuro será vital para cohesionar políticas públicas que incidan directamente sobre el bienestar de las personas.

Nuestro Dato: La OIT estima que, en países en desarrollo, más del 80% de la población en pobreza vive en localidades rurales.

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