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Tejidos de lana de Gualupita, una tradición en riesgo de perderse

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Unas decenas de tejedores de lana trabajan para preservar los textiles que han vestido mexicanos y extranjeros


En la comunidad de Guadalupe Yancuictlalpan, en este municipio, apenas unas decenas de tejedores de lana trabajan para preservar los textiles que han vestido mexicanos y extranjeros, como la famosa actriz Marilyn Monroe.
Los tejidos de lana de Gualupita, como es conocida la localidad, se elaboran prácticamente desde su fundación en el siglo XVII. Aquí, a diferencia de otros pueblos tejedores que emplean el telar de cintura para realizar sus piezas, los artesanos ocupan un telar de pedales, el cual fue traído por los españoles.
“Este aprendizaje se transmite de padres a hijos, en la casa tenemos la escuela, yo tengo tres hijos y los tres saben tejer”, declaró Juventino López, tejedor de Gualupita.
El artesano platicó que la vocación textil del pueblo es una herencia de familias que tiempo atrás migraron de Coahuila, ya que les enseñaron a manufacturar los sarapes o gabanes que realizaban.
En Gualupita la actividad era tan predominante anteriormente, que en cada casa de la comunidad había al menos un telar por cada hijo de la familia, relató el tejedor. Sin embargo, hoy en día el número de artesanos que realizan gabanes es tan reducido, que el señor Juventino los puede nombrar a todos de memoria.
Juventino López comenzó a elaborar sarapes en 1953, la calidad de su trabajo la han reconocido diversas personalidades interesadas en adquirir una de sus piezas. Sus clientes van desde familias que buscan un regalo para un padre o abuelo, hasta artistas, gobernadores y presidentes de la república, “yo tengo dos piezas en el Vaticano”, comentó.
El paso del tiempo es visible en la rueca, la urdidera y algunas de las herramientas que utiliza Juventino ya que estas tienen más cinco décadas de trabajo; este es el caso de su telar, donde la madera tiene líneas marcadas debido a la tensión de los hilos que pasan por ella para formar los tejidos.
Los sarapes que fabrica este artista del telar pueden ser lisos o con una variedad de dibujos como cabezas de caballos, animales completos, herraduras, mariposas, flores, aves, nombres de personas o “lo que el cliente pida”, afirmó.
Juventino asentó que sus diseños son originales, en algunas piezas utiliza dibujos a escala para formar las figuras, pero en otras, ocupa únicamente su memoria para elaborar el sarape, además, en una esquina les coloca una pequeña estampa tejida para firmar sus trabajos.
El costo de un gabán lo determina la dificultad del trabajo y la calidad de la lana. Actualmente, está en busca de un comprador para un sarape que denomina “el Orgullo de Gualupita” que tiene tonos azules, está decorado con grecas, figuras toltecas y el escudo nacional al centro. Dicho trabajo tiene un costo de 20 mil pesos.
No obstante, manifestó que en ocasiones su trabajo no es valorado aunque piensa que la actividad que realiza “es muy buena y deja para vivir”.
Para elaborar una pieza de lana como un sarape, los artesanos llevan a cabo un proceso de manufactura que va desde la preparación de la lana hasta la confección de la prenda. La materia prima con que trabajan la adquieren de los municipios vecinos de Tianguistenco, principalmente de las zonas donde hay ganado ovino como Ocoyoacac, Ocuilan y Xalatlaco.
Posteriormente, los tejedores lavan la lana y la preparan para hilarla en la rueca, luego la devanan para formar madejas que pueden ser de lana natural o de colores que se obtienen al teñir el material. Juventino platicó que anteriormente la rueca era una actividad exclusiva de mujeres.
El tejido de una pieza en telar inicia con el urdido de los hilos, es decir colocarlos en paralelo a lo largo de éste para pasar entre ellos las madejas, a este paso le denominan rastrillado. El tiempo que se tarda en elaborar un gabán depende de la dificultad del diseño y va desde una semana hasta 30 días, sin contar la preparación de la lana, entre más dibujos tenga es más elaborado.
A Juventino le lleva un día confeccionar de seis a diez centímetros de un sarape, el cual mide 1.30 metros de ancho y el largo depende de la altura de la persona que lo use.
Por este proceso y por la destreza que han perfeccionado con los años, el artesano aseguró que el trabajo y las obras de los tejedores de Gualupita son únicos. Comentó que otros pueblos en el país con vocación textil, han querido imitar sus piezas, sin embargo, no han podido igualar su técnica artesanal.
“Nosotros tenemos la virtud de que les podemos copiar, ellos que nos copien si pueden”, declaró Juventino López.
El inigualable trabajo Gualupita, llevó a que en 1962, el fotógrafo estadunidense George Barris le hiciera una sesión de fotos a la actriz Marilyn Monroe en la Bahía de Santa Mónica, California, donde ella portó un suéter de lana, que posteriormente se convirtió en una prenda icónica de la comunidad.
“Chiconcuac se lo adjudica, pero a lo mejor yo lo hice”, bromeó Francisco López, hermano de Juventino, quien a sus más de 80 años continúa elaborando piezas en bastidor.
El bastidor es una herramienta conformada por dos trozos de madera con hileras de clavos, sobre los que se acomodan los hilos de lana para confeccionar suéteres, chalecos, gorras, botas, bufandas, guantes y otras prendas de vestir. “Ese suéter lo sigo haciendo, antes era muy apreciado ese modelo”, comentó Francisco sobre el suéter que utilizó la actriz estadunidense.
Además, platicó que las prendas que elaboran los artesanos son apreciadas por especialistas en diseño de modas, incluso en diversas ocasiones modistas de Alemania, Australia y Nueva Zelanda acudieron a él para aprender técnicas de tejido de lana.
Francisco aseguró que a diferencia de un sastre, él no necesita medir a las personas para hacer una prenda que les quede, con su experiencia puede elaborar la ropa y los diseños de memoria.
Comentó que a excepción de figuras circulares, cualquier dibujo se puede elaborar en el bastidor, sin embargo, el tejido que ahí se realiza es distinto al del telar; el espacio entre las dos hileras de clavos determina la calidad de la trama, entre más reducido sea, más fino es el tejido.
El artesano relató que hasta hace unos años trabajaba con bastidores que tenían una separación del tamaño de una moneda de diez centavos y un suéter lo fabricaba en un solo día. Actualmente, debido a su edad tarda más tiempo en elaborar uno de ellos.
Además, en la comunidad la producción de estos textiles ha disminuido de manera considerable. Francisco recordó que en 1980, un grupo de artesanos le entregaban lotes de 500 suéteres a la semana a un solo comparador, sin embargo, debido a la introducción de materiales sintéticos al mercado, la demanda de sus productos bajó.
No obstante, los tejedores de Gualupita continuaron utilizando la lana como materia prima, a pesar de que ésta se encareció; este hecho provocó que los artesanos decidieran elaborar piezas de menor complejidad y para un mercado reducido.
Al respecto, Marcelino López, hijo de Juventino declaró: “yo no sé hacer lo que hace mi papá, yo prefiero tener a la venta de estos sarapes que son más baratos, pero tengo un sueldo, me interesa tener un sueldo seguro y no esperarme a que se venda uno de esos que son más elaborados”.
Anteriormente Marcelino trabajaba en una fábrica, pero retomó el oficio de su padre porque afirmó, “me interesa preservar las artesanías. “Lo hemos querido meter como taller a la secundaria pero prefieren dar carpintería. No creo que todos los niños salgan tejedores pero con uno que salga, esto no se pierde”, dijo.
Acusó que los artesanos de Gualupita no reciben ningún apoyo por parte del gobierno, incluso señaló que les han negado programas de fomento por no pertenecen a alguna etnia indígena, como los artesanos del norte de la entidad, quienes perciben diferentes estímulos.
“No queremos apoyos y mucho menos económicos, queremos difusión, que nos abran mercado, queremos lugares para vender nuestros productos”, expresó Marcelino.
Mencionó que le gustaría que los apoyaran para construir un mercado donde puedan exhibir sus piezas y dar demostraciones de su trabajo, pues advirtió que la elaboración de textiles de lana es una tradición con alto riesgo de perderse. También, aseguró que su labor es importante porque continúa siendo una fuente de empleo para familias de la comunidad.