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Un soldado…

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La noticia de la muerte de nuestros soldados quedó fuera del imaginario colectivo.


El periodismo tradicional es un ejercicio de reflexión y análisis de la circunstancia social y gubernamental, pero también se ha extendido a otros campos del saber, y uno de los nichos que permanecen casi inexpugnables es lo que pasa en esa lucha permanente que este país libra contra la delincuencia organizada, que todo lo convierte en negocio y obtiene jugosos dividendos de las actividades prohibidas por la ley.

Ayer el periodista Álvaro Cueva realizó una interesante reflexión acerca del asesinato de cinco soldados perpetrado por la delincuencia organizada. Cuánta razón tiene al cuestionar a los mexicanos todos, como sociedad, por la cómoda permanencia en el azoro al conocer la funesta noticia, y la nula respuesta de las autoridades para dar con el paradero de los culpables del atroz crimen. “Un Soldado en Cada Hijo te Dio” es el escueto título elegido por Álvaro para motivar a los mexicanos a indignarse, y a no permanecer impasibles ante hechos lamentables como este.

Mientras Miguel Ángel Mancera gasta enormes cantidades de dinero para cuestionar publicitariamente la reducción presupuestal para la Ciudad de México, desde luego con claros tintes políticos y rendimiento electoral, la noticia de la muerte de nuestros soldados quedó fuera del imaginario colectivo. Pronto hemos olvidado un hecho que debiera incendiar nuestra dignidad y salir a las calles a clamar justicia, porque quienes fueron sacrificados son los defensores anónimos de la patria.

Hasta ahora no ha habido para ellos un “ni perdón ni olvido” al que tanto acuden nuestros feroces activistas cuando de hacer reclamos al gobierno se trata. Tampoco peticiones para que sus nombres queden grabados en un muro para la posteridad, o en las páginas de la historia. La única diferencia con aquellos que en el pasado defendieron a la patria, es que los soldados a quienes se refiere el señor Cueva tienen un enemigo que aunque mexicanos, están intentando asesinar a nuestros jóvenes con la maldita dependencia de las drogas.

No sé si los nombres de estos héroes caídos tengan que permanecer como secreto de Estado, o simplemente para proteger a sus familiares de un posible atentado, pero en todo caso si yo fuera hijo de uno de ellos me gustaría que al menos las fuerzas armadas le hicieran un reconocimiento aunque la sociedad permanezca indiferente. Cualquiera que se da de alta en las fuerzas armadas sabe que puede morir, pero también sabe que al menos los suyos tendrán la protección del Gobierno.

Al igual que Álvaro Cueva, dedicó estas simples letras a esos hombres que cayeron en el cumplimiento de su deber. A esos héroes que en tan poco tiempo hemos confinado al olvido pese a que cayeron en el cumplimiento de nuestra defensa. A esos hijos, padres, hermanos, primos y seres que, como todos nosotros, también tenían aspiraciones de vivir en un país en paz para que sus hijos, si los tuvieron, encontraran mejores oportunidades para salir de esa maldita pobreza que cada día crece más. Por cierto, también protegen a esos ricos que poco aprecio han mostrado por ellos. Al tiempo.