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Restauración priísta (6). Modelo AMLO: sólo Solidaridad salinista

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La estrategia económica de López Obrador buscará mantenerse dentro del cerco macroeconómico neoliberal y conseguir fondos para sus programas asistencialistas improductivos en ahorros de gasto público


El proyecto de gobierno –que no de nación– del presidente electo López Obrador tendrá que definir muy pronto su dilema sexenal: responder a la demagogia populista en medio de un restringido presupuesto de gasto o decidir una fuga hacia adelante reconfirmando el modelo económico neoliberal salinista.
Los primeros indicios en la campaña, el discurso de la victoria y las primeras definiciones de gobierno revelan que López Obrador intentará como Cárdenas, Echeverría y López Portillo un modelo mixto de populismo con neoliberalismo.
Sin embargo, la variable clave que define estrategias gubernamentales y la relación promesas-realidad es el déficit presupuestal.
López Obrador ya dejó ver los primeros indicios: respetar la estabilidad macroeconómica –interrelación entre gasto-inflación-devaluación– e insistir en objetivos populistas vistosos sin impacto en las cifras de pobreza y marginación. Cárdenas, Echeverría y López Portillo sacrificaron estabilidad por populismo y pagaron sus facturas con crisis de estabilidad macroeconómica.
El dato fundamental que va a definir la presidencia de López Obrador es el del crecimiento promedio anual del PIB: 2.2% en el largo periodo neoliberal 1983-2018. La tasa ideal promedio anual de PIB es de 6%, alcanzable sólo con un nuevo modelo de desarrollo a largo plazo basado en la reconstrucción de las políticas industrial y agropecuaria.
Hasta ahora López Obrador ha insinuado la meta de 4%, insuficiente porque cada año necesita crear el promedio un millón de nuevos empleos en el sector formal de la producción que se lograrían con el 6%; en el neoliberalismo dos tercios de la mano de obra han quedado sin empleo. Las cifras oficiales de Inegi señalan un 57% de trabajadores en la informalidad.
De ahí que el problema de desarrollo de México sea de creación de empleos formales, no de atención directa a marginados con subsidios improductivos. Paradójicamente el mayor porcentaje de desempleados y subempleados se localiza en las personas con educación media y superior.
Al populismo mexicano le ha faltado pensamiento económico y teoría macroeconómica. La inflación definida por Salinas desde 1979 y válida en las primeras declaraciones del equipo de López Obrador es la monetarista de Milton Friedman: la inflación es en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario y un tema de demanda; por tanto, controlando, como ha ocurrido, salarios, PIB bajo y disminución de gasto social la inflación estará baja.
El cerco macroeconómico neoliberal a López Obrador es de pensamiento, teoría y acuerdos con una larga lista de organismos financieros internacionales que tienen controlada la macroeconomía: FMI, Banco Mundial, OCDE, Banco de Pagos, Banco de México, Reserva Federal de los EE. UU., Organización Mundial de Comercio y hasta la Comisión Económica para América Latina con enfoques neoliberales.
La estrategia económica de López Obrador buscará mantenerse dentro del cerco macroeconómico neoliberal y conseguir fondos para sus programas asistencialistas improductivos en ahorros de gasto público. Pero la economía es el juego suma cero de la cobija que no tapa todo y sólo se jala para tapar a unos destapando a otros.
Por la prisa de resultados y la carencia de un equipo macroeconómico reformador, López Obrador no tiene ni ideas ni propuestas ni tiempo para una refundación del modelo de desarrollo y sus correlativas políticas económicas y sociales. Por eso tendrá que lidiar con las limitaciones de un populismo acotado por el cerco macroeconómico neoliberal.
En suma, habrá una mixtura de populismo con restricciones neoliberales; es decir, el mismo modelo populista-solidarista-priísta-salinista de 1983 a 2018.
Política para dummies: La política es, al final de cuentas, poder y no demagogia.