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Los mexicanos debemos respetarnos, pese a nuestras diferencias

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Por Eduardo Ruiz-Healy En este espacio, como en mis programas de radio y televisión, he manifestado mi rechazo a aquellos seguidores de Andrés Manuel López Obrador que a través de las redes sociales insultan a quienes manifiestan su oposición a este candidato presidencial, llegando a veces a amenazar con dañarlos físicamente o privarlos de la […]


Por Eduardo Ruiz-Healy
En este espacio, como en mis programas de radio y televisión, he manifestado mi rechazo a aquellos seguidores de Andrés Manuel López Obrador que a través de las redes sociales insultan a quienes manifiestan su oposición a este candidato presidencial, llegando a veces a amenazar con dañarlos físicamente o privarlos de la vida. También he condenado a cualquiera que asuma posiciones similares a las de estos pejezombies, trátese de priistas, panistas, perredistas, verdes, emeceuístas, panalistas, petistas, pesistas, morenistas o que no se inclinen por partido alguno.
No sé si el México que nos ha tocado vivir esté más dividido que el que vivieron nuestros ancestros que participaron en un bando u otro durante las guerras de Independencia, de Reforma y Revolución de 1910, o los que atestiguaron las decenas de asonadas, pronunciamientos, planes y golpes de estado que ocurrieron entre 1824 y 1884, o los que apoyaron o rechazaron las intervenciones estadounidenses y francesa. El hecho es que estamos hoy divididos por razones de clase social, nivel educativo, ingresos económicos, filiación religiosa y, peor aún, por características raciales donde los buenos son los morenos y los blancos somos los malos. También es un hecho que López Obrador ha contribuido a exacerbar estas divisiones mientras predica un mensaje de amor, paz, reconciliación y perdón. Y ha contribuido porque en ningún momento ha alzado su voz con vigor y determinación para ponerle un alto a sus seguidores más furiosos.
El encono y división prevalecientes son contagiosos y todos debemos mantener la calma y la capacidad de diferenciar entre el rechazo a ideas económicas, políticas y sociales con las que no comulgamos y el sugerir directa o indirectamente que se le haga daño a quienes proponen tales ideas, tal como lo hizo hace un par de días el connotado periodista Ricardo Alemán, quien retuiteó un mensaje que sugería que un seguidor o fan de AMLO debería matarlo, acción a todas luces reprobable y más tratándose de un comunicador experimentado como es Alemán.
El mismo día en que Alemán tuiteó su mensaje de odio, yo tuiteé: “Es inaceptable y muy peligroso que un experimentado periodista como @ RicardoAlemanMx escriba un mensaje que pueda interpretarse como un llamado a cometer un asesinato. Se rebajó al nivel de quienes insultan o amenazan a quienes no estamos a favor de @lopezobrador_.” Su grave error le costó el empleo en diversos medios donde trabajaba hasta el día en que lo cometió, y su despido es tema de otra controversia que aquí no abordaré.
Los demás candidatos presidenciales, un gran número de periodistas, políticos de todos los colores, líderes sociales y gremiales y miles de personas más también manifestaron su rechazo al contenido del tuit de Alemán.
Los líderes políticos, económicos y sociales deberían, pero ya, condenar los mensajes de odio que abundan en las redes sociales y los propietarios de éstas algo deben hacer para evitar su dispersión.