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La unidad nunca antes vista

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Por: Antonio Navalón


Carlos Slim, el hombre que en algún momento fue el más rico del planeta, acudió al socorro de los mexicanos y en una conferencia de prensa dejó de manifiesto lo que ya había dicho antes respecto a las aspiraciones presidenciales de Trump, es decir, que “no es lo mismo ser borracho, que cantinero”.
Lo que más me impresionó de la comparecencia pública del magnate fueron dos cosas.
La primera, cuando lo cuestionaron sobre comentarios que ha recibido en redes sociales en apoyo a su posible postulación en el 2018, su respuesta fue: “mi vocación es empresario […] agradezco el apoyo, pero puedo hacer más desde el lado empresarial.
Y la segunda, cuando aseguró que al día de hoy la unidad nacional es lo más importante para México.
En ese sentido, estoy de acuerdo, y es que nunca antes habíamos visto una unidad como la que se gesta actualmente; es más, ni siquiera en aquella época cuando el presidente James Polk nos robó la mitad del territorio mexicano en la invasión-robo de 1848, un momento que no llegó a ser tan desvergonzado como ahora lo está haciendo Donald Trump.
Sin embargo, creo que el tiempo terminará colocándonos a cada uno en su sitio y cuando los propios estadounidenses saquen su cuenta, sabrán que todas las ofensas de Trump y todas sus fórmulas simplistas para restablecer aquel principio de “América primero”, sólo habrá chocado contra la realidad y habrá horadado el bolsillo de sus compatriotas.
Pero mientras tanto, como lo ha dicho Slim, hay que reconocer que esta unidad obliga al presidente Peña Nieto a saber usarla y no precisamente en beneficio propio.
Porque dadas sus declaraciones donde ha asegurado que él está dispuesto al sacrificio por las reformas y por el bienestar de México, tiene que conducir esa fuerza de la unidad nacional desde una situación en la que, como Presidente, ya es historia.
Donde la finalidad será colaborar al desarrollo y a la construcción de un modelo de país que no sea tan dependiente ni del mito Pemex, ni del paso forzado donde, de alguna u otra forma, odiamos a los gringos o permanecemos en sus manos.
Estamos ante una gran oportunidad y alguien tiene que llamarnos, convocarnos y ponernos a la tarea. Si esa persona va a ser el presidente Peña Nieto –como debería de ser– es estupendo.
Aunque de no ser así, alguien debe darse cuenta de que la unidad que estamos adquiriendo frente a la agresión externa a la que nos están sometiendo, no debe desaprovecharse ni por incompetencia, ni por incapacidad, y muchísimo menos pretendiendo sacar ventaja política de lo que es un desafío, una ofensa e inclusive de no ser bien gestionada, hasta una catástrofe nacional.