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El verdadero desafío sucesorio del PRI es político, no económico

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Carlos Ramírez H A partir del comienzo del año, el escenario electoral 2018 ha entrado en una zona de incertidumbre, en el todo es circunstancial, pero con las mismas reglas del juego: Morenaya resolvió su candidatura, PAN-PRD no pueden consolidar el Frente por México y el PRI ha reactivado el juego del tapado. Como en la oposición están […]


Carlos Ramírez H
A partir del comienzo del año, el escenario electoral 2018 ha entrado en una zona de incertidumbre, en el todo es circunstancial, pero con las mismas reglas del juego: Morenaya resolvió su candidatura, PAN-PRD no pueden consolidar el Frente por México y el PRI ha reactivado el juego del tapado.
Como en la oposición están todas las cartas descubiertas y se trata de formar una mano vencedora, el interés se ha trasladado al PRI. Y ahí corren las apuestas. La única certeza en el PRIradica en la acumulación de signos y señales en el sentido de que el presidente Peña Nieto ya tomó la decisión, lo hizo con suficiente anticipación y todo es cuestión de cuadrar tiempo, circunstancia y oportunidad.
Ya se ha escrito aquí que las opciones en las sucesiones de 1976 al 2012 han sido la política y la económica; y que la gran lección de esas sucesiones ha sido el dato mayor de que la economía se ha mantenido bajo control estricto del modelo neoliberal, pero sus saldos sociales han ido acumulando una severa crisis política.
El dato mayor comienza a preocupar en las élites priistas: López Obrador no ha sido producto de la crisis política, sino que su fuerza está sustentada en la capacidad de construir una base social con los crecientes sacrificados por el modelo económico neoliberal.
El viejo PRI sustentó su fuerza en un PIB promedio anual de 6 por ciento desde 1934 hasta 1983, y la disidencia cardenista-perredista-lopezobradorista se ha consolidado como segunda fuerza por la organización de las víctimas del modelo neoliberal. Las soluciones sucesorias tecnocráticas de 1982 (De la Madrid), 1988 (Salinas) y 1994 (Zedillo) mantuvieron el rumbo neoliberal, pero bajaron la votación priista hasta las derrotas de 2000 y 2006. Peña Nieto ganó no por tecnócrata sino por político, pero su gobierno ha sido más tecnócrata.
Las verdaderas opciones de Peña son el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y el titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Aurelio Nuño no es el niño genio del poder y José Narro es un priista tradicionalista sin ideas políticas ni económicas, por ello estos dos no garantizan la derrota de López Obrador o Margarita Zavala o Miguel Ángel Mancera.
Los tecnócratas priistas tuvieron su oportunidad con López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo, y controlando la economía con Fox, Calderón y Peña Nieto. Y su saldo es mediocre: el PIB promedio anual de 2.2 por ciento, 80 por ciento de mexicanos en condiciones de pobreza y restricciones y un PRI con tendencia de votos de 17 puntos porcentuales.
Si la solución sucesoria en el PRI es económica, hay posibilidades de ganar las elecciones –aunque cada vez menores por una sociedad no priista de 83 por ciento–, pero el escenario social y político seguirá deteriorándose y el PRI se seguirá hundiendo con la piedra del neoliberalismo atada al cuello.
El presidente Peña Nieto tendrá que decidir en un escenario singular: poner un economista (Meade) para mantener el rumbo neoliberal que de todos modos nadie puede cambiar, a costa de deteriorar más las relaciones sociales y políticas de un sistema inservible; o decidirse por un político (Chong) que presente una reforma de sistema/ régimen que le regrese al PRI la iniciativa y la fuerza.
El PRI se juega su existencia en la designación del candidato presidencial.
Política para dummies: La política es el arte de la paciencia, pues con los impacientes se pavimenta el camino al infierno.
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