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El pico del pollo

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Por: Alfredo Albíter


Lo que te puedas imaginar, aladito, siempre será poco a lo real, a lo que sucede dentro de esos muros tan grandes como la nostalgia de quienes han tenido la desgracia de estar ahí. Tanto vives y respiras en un penal, que salir se vuelve tan traumático como el entrar, ello es independiente a que seas culpable o no de la acción que te lleva hasta ese lugar, de la comisión del delito, dicen los estudiosos… A menos que sea reincidente, se podría equiparar a un parto, naces en una nueva forma de vida y debes, como lo hiciste con la anterior, aprender a caminar, a defenderte, a todo eso que te permita subsistir. Primero luchas con las ansias, la impaciencia de salir, de estar con los tuyos. Luego viene la desesperación por la lentitud de trámites y tiempos, más tarde también se presentará, así como si nada, la desesperanza acompañada de anécdotas que terminan en lo de siempre.
Alguna vez tuve una familia, unos amigos, una vida y hoy sigo aquí sin ser responsable de lo que me achacan… Las ausencias de familiares, amigos, conocidos y demás terminarán por hacerte parte de una vida que, como quiera que sea, ahora estás obligado a vivir pues, de lo contrario, –como sucede afuera– puedes ser segregado de núcleo con funestas consecuencias; pero con una agravante, acá no tienes mucho espacio por recorrer y no te puedes cambiar de domicilio para buscar mejor fortuna o de plano dejar atrás eso que te sigue abriendo la herida… No busco, como podrías llegar a pensar, tu compasión, –para nada– allá te acostumbras a que eso es lo que tiene menos valor: otros son los códigos que predominan… Los lazos que te unen con alguien son tan fuertes como el que más„ pero también aquellos cuyo objetivo final es el desquite. “Total, yo de aquí no salgo vivo, pero júralo que tú tampoco”… Por supuesto que no se trata de un momento de ocio de este alado, se trata de una historia real que se repite en todos los centros penitenciarios en la entidad y del país. Es una realidad que aunque parezca ficción, late y respira… Cierro pico. Shalom.