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El México corrupto

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Dicen los que saben que cuando alguien no es encontrado pese a todos los adelantos tecnológicos de estos tiempos, es que no lo quieren encontrar. Y existen muchas razones para no encontrar a alguien cuando de aplicar la ley se trata, y entre ellas figuran las complicidades, los encubrimientos, la impunidad, el compadrazgo, y hasta […]


Dicen los que saben que cuando alguien no es encontrado pese a todos los adelantos tecnológicos de estos tiempos, es que no lo quieren encontrar. Y existen muchas razones para no encontrar a alguien cuando de aplicar la ley se trata, y entre ellas figuran las complicidades, los encubrimientos, la impunidad, el compadrazgo, y hasta las ligas con algunos miembros prominentes de la delincuencia organizada. Y no faltará quien afirme que esto forma parte del sistema político, lo que no deja de ser una verdad irrefutable.
El caso de Tomás Yarrington resulta emblemático porque durante 13 años se volvió humo y evadió la aplicación de la ley. Desconozco si el expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, quien lo consideraba su compadre, estaba enterado de sus actividades pese a ser el hombre más informado del mundo, y quien debiera ser llamado por las autoridades mexicanas para que declare lo que sabe de su amigo.
Hasta ahora no conozco un político de medio pelo para arriba que no cuente con caudales en suficiencia para vivir de forma holgada cuando no tiene trabajo. Es más, a la mayor parte de ellos lo que menos les preocupa es no tener trabajo porque son altamente ahorrativos.
El más emblemático de ellos es Andrés Manuel López Obrador, quien en los últimos veinticinco años solamente ha trabajado durante seis años, cuando fue jefe de Gobierno. Claro está que su nivel de bienestar se mide en función de la casa que compró en Lomas Altas, en un barrio cercano a lo que se conociera como “La Colina del Perro”, y los coches importados que adquiere para sus hijos que por cierto tampoco tienen trabajo. Ni qué decir de sus camionetas. La verdad es que debe ser muy ahorrativo porque el partido solamente le paga cincuenta mil pesos mensuales.
La lista de corruptos es interminable, pero también son impunes. De los actuales líderes sindicales podemos enunciar aparte de Elba Esther Gordillo, a Joel Ayala, Carlos Romero Deschamps, Napoleón Gómez Urrutia, Martín Esparza. De los que fueron gobernantes por ahí andan Humberto Moreira, Juan Sabines, Roberto Borge, Javier Duarte de Ochoa, Ángel Aguirre, Marcelo Ebrard y otros más que nunca serán molestados ni con el pétalo de una investigación. Miguel Ángel Mancera transita por el mismo camino.
No podemos cerrar los ojos, el sistema político actual está podrido a causa de las complicidades entre nuestros venerables ricos y los voraces políticos. El verdadero significado actual de la política mexicana es corrupción. José López Portillo utilizó como lema de campaña la frase: “La solución somos todos”, y terminó degenerándose en “La corrupción somos todos”. ¿Habrá quien intente refutar eso? Al tiempo.