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El autoritarismo que viene

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Mucho se ha dicho y especulado acerca de la posibilidad de que en el probable caso que Andrés Manuel López Obrador gane la elección presidencial, el autoritarismo se convierta en la identidad de su gobierno. Y no es que el tabasqueño lo haya señalado abiertamente, simplemente es que su cercanía en discurso y práctica con […]


Mucho se ha dicho y especulado acerca de la posibilidad de que en el probable caso que Andrés Manuel López Obrador gane la elección presidencial, el autoritarismo se convierta en la identidad de su gobierno. Y no es que el tabasqueño lo haya señalado abiertamente, simplemente es que su cercanía en discurso y práctica con los regímenes encabezados por Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Evo Morales y Néstor Kirchner, así lo ha hecho pensar a quienes se especializan en las prácticas gubernamentales del sur del continente y Centroamérica.
Claro está que en diversas ocasiones los periodistas de este país se han referido a la cercanía del señor López con este tipo de prácticas gubernamentales, pero hasta ahora siempre había guardado la calma en los momentos de mayor apremio.
Quizá la cercanía del triunfo es que en esta ocasión la molestia haya calado más, pero con el enojo manifiesto lo único que mostró y demostró es que efectivamente su credo está muy cercano a las prácticas gubernamentales que florecieron en el Cono Sur del continente desde los años 80 del siglo pasado.
Señalan los especialistas que el autoritarismo es un régimen político que se basa en el sometimiento absoluto de la gente, o del pueblo, a una autoridad, aunque otros la definen como el abuso que una persona hace de su autoridad.
Otros especialistas señalan que en las relaciones sociales es una modalidad del ejercicio de autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma abierta y democrática. Para decir más claro, es un sistema fundado en la sumisión total e incondicional a la autoridad de quien detenta el poder.
Y no es que en este país a los periodistas nos dé por estar inventando circunstancias para justificar nuestra percepción de lo que ocurre en el entorno político, simplemente es que no hay que ir muy lejos para determinar el grado de cercanía y simpatía del señor Andrés Manuel López Obrador con esta práctica gubernamental que encontró en el gobierno franquista en la España de la posguerra, y en el peronismo en la Argentina de los 60 en Sudamérica, una de sus mejores expresiones políticas.
Lo peor de todo es que el hastío popular es el que tiene al señor López Obrador a las puertas del triunfo en la elección presidencial que los mexicanos habremos de votar en menos de tres meses. Bien señalan las experiencias pasadas que el encono popular ha sido la llave para abrir las puertas del poder a esos hombres que, una vez que juran guardar y hacer guardar la Constitución, lo primero que hacen es adaptarla a las nuevas condiciones del gobierno y a los fines de quien lo encabeza, y no ha sido otro que la sujeción a la voluntad de un solo hombre.
Hasta ahora las muestras dadas por el voluntarismo del señor López Obrador hace pensar a los especialistas que en el probable caso de que obtenga el triunfo, ya nada será igual y que caminaremos hacia un destino incierto en el que la voluntad de un solo hombre será el credo para más de 125 millones de personas, y de no ser así, el castigo puede ir desde la cárcel hasta la desaparición forzada por parte de las falanges radicales que siempre acompañan a este tipo de expresiones políticas. Al tiempo.