www.capitaledomex.com.mx

Tragedia en Tlahuelilpan no da tregua a doña Silveria

w-full h-auto eagerload wp-post-image
 

Por Guadalupe Vallejo Mora. Enviada Tlahuelilpan, Hgo., 16 Ene (Notimex). – A Silveria San Juan Cruz la tragedia ocurrida el 18 de enero de 2019 no le da tregua, pues a la pérdida de sus dos hijos varones en la explosión de una toma clandestina de un ducto de Pemex, le sigue una deuda impagable […]


Por Guadalupe Vallejo Mora. Enviada

Tlahuelilpan, Hgo., 16 Ene (Notimex). – A Silveria San Juan Cruz la tragedia ocurrida el 18 de enero de 2019 no le da tregua, pues a la pérdida de sus dos hijos varones en la explosión de una toma clandestina de un ducto de Pemex, le sigue una deuda impagable por la adquisición del ataúd de uno de ellos y la ausencia de apoyos federales, locales y municipales.

“Nos dijeron que nos iban a ayudar, pero no llega nada”, lamenta la mujer de 64 años de edad, cuyo único consuelo es ir a rezar al panteón municipal a las tumbas de sus hijos Marco Antonio, de 30 años, y Juan Carlos, de 42; ambos solteros.

“Mañana (viernes) va a ver una misa en el templo (Nuevo de San Francisco de Asís), va a ser a las 19:00 horas y el sábado voy ir al panteón, aunque no les lleve flores, nomás ir a verlos”, expuso mientras trata de contener el llanto.

En la entrada principal de su casa, aún se puede apreciar un listón negro en señal del luto que guarda a sus dos hijos.

La mujer de 1.50 de estatura y piel morena, acudió al Auditorio Municipal en busca de la ayuda prometida tras la tragedia que, según cifras oficiales, dejó 137 personas muertas. “El presidente Andrés Manuel (López Obrador) y demás autoridades prometieron que iban apoyar a las víctimas y a las familias de las víctimas y yo me pregunto: ¿dónde está esa ayuda?”

Reconoció que días después de la tragedia, diversas autoridades de los tres niveles de gobierno tomaron sus datos personales e incluso, el gobierno local les obsequió los dos ataúdes, “pero después de ello, nadie ha hecho nada. Mis hijos eran quienes me daban de comer, me vestían y ahora ya no los tengo, ya no están conmigo”.

Horas antes de la tragedia, doña Silveria trató de persuadir a sus hijos para que no acudieran al lugar donde según les dijeron que estaban regalando gasolina. “Como en la zona no había, desconozco por qué no vendería el gobierno, mi hijo chico me dijo: mamá, vamos a traer gasolina, están regalando. Yo le dije: no, hijo, eso es peligroso, cualquier maldoso puede prenderle”.

Al final, sus hijos la convencieron de acudir al campo de cultivo ubicado en la comunidad de San Primitivo, sin imaginarse que horas después la zona se convertiría en un cementerio. “Sí fuimos. Me dejaron con el Chevy lejos de allí cuidando el carro y ellos se fueron a traer la gasolina en un pequeñito botellón de 20 litros”.

Doña Silveria asegura que en principio no entendió la magnitud de la explosión sino hasta que vio cuando pasó una moto con un hombre desnudo y con varias heridas. “Ya había explotado eso ahí, yo estaba desesperada, caminaba en la banqueta llorando y no me daban razón de mis hijos.

“Nunca me dieron razón, hasta que vi que pasó una moto y luego uno como Dios lo mandó, atrás. Digo, ¡Ay Dios mío, ya explotó eso! ¡Mis hijos! No, no me dieron razón de ellos, hasta después que ya estaba en el Hospital de Pemex mi hijo Juan Carlos”.

La señora San Juan Cruz refiere que nunca más pudo comunicarse con su hijo Juan Carlos, debido a que permaneció “sedado” en todo momento en el hospital, pues los médicos le explicaron que no soportaría el dolor de las heridas.

“Mi otro hijo (Marco Antonio), ese sí falleció allí, donde explotó (el ducto clandestino de Pemex), el 18 de enero estaba desaparecido, hasta los cinco meses me lo dieron (el cuerpo), en Pachuca, sabiendo que lo tenían en Tula. Yo quería ver a mi hijo, pero como una señora se desmayó, ya no me lo dejaron ver”, lamenta en la entrada de su domicilio ubicado en el Cerro de la Cruz.

Durante ese tiempo, permaneció en calidad de desaparecido e incluso, en los vidrios de la Casa de la Cultura local que se habilitó como zona de apoyo para las víctimas y familiares de las víctimas, su fotografía –al igual que la de decenas de víctimas- fue colocada con la leyenda: “Me llamo Marco Antonio San Juan Cruz, si sabes algo, favor de comunicarte al teléfono…”.

Al dolor que aun embarga a Silveria San Juan Cruz por perder a sus dos hijos se suma una deuda económica de 14 mil pesos que solicitó al expatrón de su hijo Juan Carlos, la cual le parece impagable, dado que no cuenta con trabajo ni recibe un solo apoyo de los programas sociales del gobierno federal, ni de otras autoridades locales.

Entonces, añade, “a los dos los sepulté ahí (en el panteón municipal). Dicen que ya repartieron los apoyos, pero a mí no me tocó nada de eso. Nada, nada y sí (el presidente Andrés Manuel) López Obrador… me mandaron 15 mil pesos de mi hijo Juan Carlos y de mi hijo Marco Antonio, pero me los robaron en la casa de mi hija donde atendí (se llevaron a cabo las misas) a mis hijos.

“Me dieron en dinero 15 mil y 15 mil, los metí debajo de la cama de mi hija envueltos en un suéter negro donde yo dormía, pero no me di cuenta cuando se los robaron y hasta la fecha debo una caja (ataúd). Son 14 mil pesos, porque la caja de Juan Carlos, el gobierno de Hidalgo me la regaló.

Entre sollozos y la fotografía de sus hijos en la que aparecen junto a la imagen de la Virgen de Guadalupe, Doña SIlveria deja claro que la decisión de adquirir otra “caja”, era para evitar que “los líquidos (del cuerpo) se fueran a escurrir “y como lo íbamos a atender allí (a velar en la casa de su hija) no queríamos que le fuera hacer mal a la gente que nos iba a acompañar”.

Por ello, “yo le he echado muchas ganas porque yo dependía de ellos. Yo comía de ellos. Ellos me vestían, me calzaban, una que otra vez me sacaban por allá a pasear, pero ya no es igual. Ya no están mis hijos, me siento sola. Tengo una borreguita que tuvo a sus dos criaturitas, los ando pastoreando para sostenerme, pero en lo que crece, cuesta para mantenerlos y criarlos”.

-Fin de nota-

NTX/GVM/MTG