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Por esta razón, los días podrían durar más de 24 horas

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Conforme pasa el tiempo, los días duran más tiempo debido a variaciones en la rotación de la Tierra y la distancia que nuestro planeta tiene con la Luna


Despertar a las 6 am, darte un baño, desayunar algo ligero y luego correr para que el reloj checador del trabajo no te marque un retardo más en tu historial.
Luego de hacer corajes por que el transporte público y el tráfico de la ciudad te robó valiosos minutos, llegas a tu oficina a cubrir con el tiempo que te toca. Ocho horas después, más minutos son gastados en tu traslado de regreso a casa, en la que esperas poder dormir por lo menos desde las 11 pm y mañana tener energías para volver a empezar.
Toda nuestra vida la pasamos preocupados por no desperdiciar las 24 horas de cada día y hacer todo lo posible para tener tiempo de cubrir todas nuestras necesidades, gustos y obligaciones.
¿Te imaginas lo que podrías hacer si los días durarán 30 horas?
No es algo que sea imposible; de hecho, es una posibilidad real, aunque ese será un privilegio que sólo podrán disfrutar nuestras generaciones posteriores.
De acuerdo con el investigador Stephen Meyers, profesor de Geociencia en la Universidad de Wisconsin, con el paso del tiempo, los días se hacen más largos, debido a que la rotación de la Tierra se va modificando y, también, la Luna se aleja de nuestro planeta.

Hace mil 400 millones de años, por ejemplo, los días en la Tierra tenían una duración de 18 horas, y era debido a la cercanía de la Luna a nuestro planeta, según un nuevo estudio que reconstruye la historia profunda de la relación de la Tierra con su satélite.
“A medida que la Luna se aleja, la Tierra es como una patinadora giratoria que reduce la velocidad al estirar los brazos”, explica Meyers, en el estudio publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences.
En el estudio, del cual el especialista Stephen Meyers es coautor, se describe una herramienta estadística que vincula la teoría astronómica con la observación geológica (llamada astrocronología) para mirar hacia atrás en el pasado geológico de la Tierra, reconstruir la historia del sistema solar y comprender el antiguo cambio climático, según lo registrado en las rocas.
“Una de nuestras ambiciones era utilizar astrocronología para decir la hora en el pasado más lejano, para desarrollar escalas de tiempo geológicas muy antiguas”, señala Meyers. “Queremos estudiar rocas que tienen miles de millones de años de una manera comparable a la forma en que analizamos los procesos geológicos modernos”.
El ciclo de Milankovith para entender los tiempos
El movimiento de la Tierra en el espacio está influenciado por otros cuerpos astronómicos que ejercen fuerza sobre él, como otros planetas y la Luna. Esto ayuda a determinar las variaciones en el entorno de la rotación de la Tierra y tambaleos en su eje, y en la órbita que la Tierra traza alrededor del Sol.
Estas variaciones se conocen colectivamente como ciclos de Milankovitch y determinan dónde se distribuye la luz solar en la Tierra, lo que también significa que determinan los ritmos climáticos de la Tierra.
Científicos como Meyers han observado este ritmo climático en el registro de rocas, que abarca cientos de millones de años, pero retroceder aún más, en la escala de miles de millones de años, ha resultado un desafío.
Esto se debe a que los medios geológicos típicos, como la datación por radioisótopos, no proporcionan la precisión necesaria para identificar los ciclos.
También es complicado por la falta de conocimiento de la historia de la Luna, y por lo que se conoce como el caos del sistema solar, una teoría planteada por el astrónomo parisino Jacques Laskar en 1989.
¿Qué es el caos del sistema solar?
El sistema solar tiene muchas partes móviles, incluidos los otros planetas que orbitan alrededor del Sol.
Pequeñas variaciones iniciales en estas partes móviles pueden propagarse a grandes cambios millones de años después; éste es el caos del sistema solar, y tratar de explicarlo puede ser como intentar rastrear el efecto de el aleteo de una mariposa.
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