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Oficio, al filo de la extinción

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El afilador, que se niega a desaparecer, llegó a México en la época de la Colonia


En alguna época el oficio de afilador debió ser de mayor importancia, era el responsable de tener a punto las armas que defendían el hogar, la honra y la vida; pero ese oficio, como muchos otros, se va olvidando o pierde su importancia hasta que se desvanece; y cuando eso ocurra, su característico pitido no se escuchará más por las calles.
Juan Sánchez Mendiola valora ser afilador, un oficio cuyo silbido lo hace único y da vida a las calles y colonias, pues lo ha sacado adelante y permitido sustentar los gastos de la familia.
Sánchez Mendiola, de 37 años, padre de familia, es uno de los pocos afiladores que lucha y se niega a desaparecer en ese oficio.
Desde temprano se prepara para salir a trabajar con su máquina y su silbido por colonias de la Ciudad de México.
Caminando, tocando su silbato, pasa por comercios como la recaudería, carnicería y abarrotes para ofrecer su servicio de afilar cuchillos, y uno que otro comerciante lo llama para que haga su labor, apoyado en la llanta de una bicicleta, sus dos pedales y su gran banda.
“Me dedico a afilar cuchillos desde hace aproximadamente 20 años, lo aprendí por decisión propia, tenía un afilador en casa y un día no tuve trabajo, y necesitaba dinero para comer, no lo dudé y lo tomé, fue así como comencé poco a poquito, aprendiéndolo hasta el día de hoy”, comentó.
El afilador, quien inició su trabajo en este oficio a la edad de 17 años, se levanta, excepto el domingo, a trabajar con su afilador desde las 8:00 y termina a las 16:00 horas.
Son recorridos a veces largos, pero necesarios, según nos cuenta, pues también visita los mercados, que son los más solicitados, pues es ahí donde tiene más trabajo, aunque también brinda su servicio en otros locales y casas.
Subrayó que ese oficio poco a poco ha ido desapareciendo, porque incluso los hijos de aquellos padres que se dedicaban a él, decidieron no continuar.
“Donde crecí había una persona que se dedicaba a eso y esa persona nos decía que saliéramos a trabajar, a afilar cuchillos cuando no tuviéramos trabajo, fue así como compramos un afilador, porque una persona se lo vendió a él, y lo dejamos en casa, cuando necesité, prácticamente salí a trabajar con eso”, relató.
Destacó que se trata de un oficio que, junto con vendedores ambulantes como el de camotes, organilleros y fierros viejos que vendan, hacen que la colonia se sienta viva y alegre.
“El trabajo de los afiladores es un oficio que la mayoría de la gente no lo quiere hacer, pero en lo personal es algo que es muy bonito y honesto, que en ocasiones deja más dinero que trabajar en la construcción”, aseguró.
Señaló que en ocasiones hay días muy buenos, por ejemplo, en un día puede sacar unos mil 200 pesos.
También dijo que hay varios mitos acerca de los afiladores, por ejemplo, cuando uno pasa por las calles, hay personas mayores que empiezan a sacudirse la ropa, porque, según ellos, genera buena suerte.