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EEUU y China parecen listos para una larga guerra comercial

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WASHINGTON (AP) — Mientras se acumulan los aranceles y las negociaciones se encuentran estancadas, Estados Unidos y China parecen prepararse para prolongado impase comercial. Beijing exhibe películas de la Guerra de Corea (el antagonista: Estados Unidos) para avivar los sentimientos patrióticos en los espectadores chinos, y ofrece reducción de impuestos a compañías de software y […]


WASHINGTON (AP) — Mientras se acumulan los aranceles y las negociaciones se encuentran estancadas, Estados Unidos y China parecen prepararse para prolongado impase comercial.

Beijing exhibe películas de la Guerra de Corea (el antagonista: Estados Unidos) para avivar los sentimientos patrióticos en los espectadores chinos, y ofrece reducción de impuestos a compañías de software y chips, mientras el control de las exportaciones de Estados Unidos pone en riesgo a las compañías tecnológicas chinas.

En Washington, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin conversa con Walmart y otras empresas para encontrar formas de aliviar el dolor si el presidente Donald Trump prosigue con los planes de extender los impuestos de importación a los 300.000 millones de dólares en productos chinos que todavía no han sido afectados por los aranceles.

Y el gobierno de Trump trabaja en un paquete de ayuda financiera para los agricultores estadounidenses afectados por los aranceles que impuso China como represalia sobre la soya y otros productos agrícolas de Estados Unidos; eso además el rescate financiero del año pasado de 11.000 millones de dólares.

Mnuchin y el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, concluyeron la 11ra ronda de conversaciones hace unas semanas sin llegar a un acuerdo para resolver la disputa provocada por los agresivos planes de Beijing para desafiar el dominio tecnológico estadounidense. Estados Unidos acusa a China de robar su tecnología, de subsidiar injustamente a sus propias empresas y de obligar a las compañías de Estados Unidos a entregar secretos comerciales si quieren acceder al mercado chino.

“Es muy difícil identificar si es el principio de un conflicto prolongado o sólo una táctica de negociación”, dijo David Dollar, investigador del Instituto Brooklyn y exfuncionario del Banco Mundial y del Tesoro de Estados Unidos. “Cada vez más creo que esto se convertirá en un largo conflicto comercial. Tendremos que sopesar la posibilidad de que no haya acuerdo”.

Las dos economías más grandes del mundo están enfrascadas en la guerra comercial más cara desde la década de 1930.

Estados Unidos ha impuesto aranceles de 25% a 250.000 millones de dólares en importaciones chinas y pretende hacerlo con otros productos por un valor de 300.000 millones de dólares, una medida que abarcaría todo lo que China envía a Estados Unidos.

China ha impuesto en represalia aranceles a 110.000 millones de dólares en productos de Estados Unidos.

China también busca otras formas de presionar a Estados Unidos.

El presidente Xi Jinping visitó esta semana una fábrica china que procesa tierras raras, minerales usados en teléfonos móviles y autos eléctricos. El mensaje: Estados Unidos necesita a China para adquirir los exóticos minerales.

En Washington, miembros de la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes presionaron el miércoles a Mnuchin por los costos de la guerra comercial con China. Mnuchin dijo que había hablado con Walmart y otras firmas sobre cómo limitar el efecto que tendría la imposición de más aranceles en los consumidores estadounidenses. “No espero que haya costos significativos en las familias estadounidenses”, dijo.

¿Podrán Estados Unidos y China superar el punto muerto?

“Para llegar a un acuerdo necesita haber una llamada Trump-Xi, que permitiría una visita útil de Lighthizer a Beijing”, dijo Derek Scissors, un especialista en China en el American Enterprise Institute. “Entonces los dos líderes podrían reunirse en Osaka y comprometerse en al menos un tema importante: revitalizar las conversaciones”.

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Los periodistas de Associated Press Martin Crutsinger en Washington y Anne D’Innocenzio en Nueva York contribuyeron a este despacho.