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LITORAL: Alí Chumacero

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LA VIDA EN LAS LETRAS: ALÍ CHUMACERO La vida dedicada a las letras, a la literatura, es la que llevó el poeta nayarita Alí Chumacero. Él no tuvo como otros poetas y escritores una labor diplomática o política, s dedicó por completo a su obra, fuera como poeta, maestro, editor, creador de revistas, etcétera. En […]


LA VIDA EN LAS LETRAS: ALÍ CHUMACERO

La vida dedicada a las letras, a la literatura, es la que llevó el poeta nayarita Alí Chumacero. Él no tuvo como otros poetas y escritores una labor diplomática o política, s dedicó por completo a su obra, fuera como poeta, maestro, editor, creador de revistas, etcétera. En él se unieron como en pocos la literatura y la vida, pareciera que respirara letras.

      Un ejemplo vivo es su biblioteca personal, que se encuentra en la Biblioteca de México, con cerca de 50 mil ejemplares, que sin duda fueron con los que tejió la red de lo que es su obra poética y crítica. En ese acervo se pueden ver trabajos corregidos por el poeta de Acaponeta de los también poetas Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Xavier Villaurrutia, así como de Carlos Fuentes y Armando Jiménez, por mencionar algunos nombres.

      De esa red Chumacero construyó, en primer lugar, una obra poética densa, sustancial y sustantiva, muy condensada, compuesta únicamente por tres poemarios: Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1966), explica a Litoral la maestra María Teresa Atrián Pineda, directora de Programas de Rectoría de la Universidad del Claustro de Sor Juana.

      Se trata de poemas que unen la reflexión con la emoción, añade al mencionar que por sus escasas publicaciones se ha establecido un paralelismo con el escritor Juan Rulfo, comparación que, anota, lleva cierta ironía por la versión que corrió de que él había corregido la novela Pedro Páramo, del jalisciense, quien también sobresalió por la brevedad de su obra publicada. Pero el mismo Chumacero desmintió esa especie y en cambio sí dedicó la mayor parte de su vida a la edición de libros de una manera erudita.

      En su poesía hay intensidad en todos los aspectos: en la construcción de las imágenes, de las formas, del ritmo y hasta en los temas que aborda, en todo lo cual busca que no haya desperdicio, decir de manera exacta las cosas poéticas y la forma en que se dicen, con lo que consigue que el lector quede en medio de las emociones que construye, con intensidad. Con ello también consigue, como otros lo han señalado, hacer una poesía filosófica, lo mismo si habla del amor o la rosa que de la viudez o la danza. De temas que son propios de la búsqueda que ha hecho siempre el hombre por saber quién es.

      Y esta búsqueda la hace con la pasión, la emoción del poeta, por lo que de inmediato llega e impacta al lector. E incluso, aunque los lectores no entren de inmediato a sus poemas, si perciben esa construcción bella, estética, acota la autora de libros como Civilización ilustrada: los entramados en la modernidad, Le faltan ruidos a la noche o copartícipe en Semblanzas íntimas. No es fácil su poesía, es reflexiva, y por eso también se ha señalado que es heredero de Los Contemporáneos, de Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y demás.

      Otro punto a destacar es que en vida obtuvo el reconocimiento de los poetas de las más diversas tendencias, de tal forma que fue uno de los participantes en ese libro emblemático libro hecho en la segunda mitad del siglo XX, Poesía en movimiento, al lado de Octavio Paz, Homero Aridjis y José Emilio Pacheco. Pero el reconocimiento se plasmó también en que sus tres poemarios fueron leídos desde su aparición y dejaron huella de inmediato entre sus pares y en los escritores de su generación.

      Cabe recordar que Alí Chumacero recibió por su obra publicada premios como el Xavier Villaurrutia en 1980, el Internacional Alfonso Reyes en 1986 o el Nacional de Lingüística y Literatura en 1987, por mencionar algunos.

IMPRONTA

Como otros bardos de su tiempo no dejó en sí continuadores de su estilo, en primer lugar porque eso ya no era un objetivo desde la primera mitad del siglo XX, pero sobre todo en la segunda; se proponía ya lo que Octavio Paz llamó la tradición de la ruptura. Dejó, eso sí, lectores que lo visitan y lo siguen visitando por el valor de su obra. También hay quienes siguen cualquier cosa que aparezca acerca de él, incluso a la fecha, pero con todo y eso hace falta leerlo más, expone Atrián Pineda, quien recuerda que hay antologías, incluso recientes, que no incluyen ningún poema de él, cuando por lo menos hay dos o tres que merecen estar en compilaciones hasta mundiales.

      Se debe también revisitar el trabajo de crítica del nacido el 9 de julio de 1918 y fallecido el 22 de octubre de 2010; sus ensayos, instrucciones de libros y reconocer el esfuerzo que llevó a cabo como iniciador o impulsor de publicaciones culturales, como Tierra Nueva, junto con Leopoldo Zea, José Luis Martínez y Jorge González Durán, o el suplemento México en la Cultura, de Fernando Benítez.

      También la labor que realizó en el Fondo de Cultura Económica, donde fue antologador y un amanuense del trabajo de edición, lo que sin duda alimentó a esa poesía densa e intensa que dejó al mundo literario.

NTX/RML/LIT19